Hay historias que merecen ser contadas

Dicen que viajar se vive tres veces: cuando lo planeás, cuando lo vivís y cuando lo revivís al contar lo que te pasó. También dicen que la vida es un viaje en sí misma, una sucesión de experiencias en las que morimos y renacemos una y otra vez, como si viviéramos muchas vidas dentro de una sola. Muchas versiones. A lo largo de la vida entendí que todo viaje tiene dos caras, como los cassettes: ¿te acordás? un lado A y un lado B. El lado A es lo que soñamos, lo que planificamos vivir. El lado B… es aquello que no esperábamos. Lo que llega sin aviso, lo que transforma, lo que se revela sólo cuando ya estamos en el camino. Lo mismo pasa con la vida. Planeamos metas, las imaginamos, las vivimos en la mente incluso antes de alcanzarlas. A veces llegan, otras veces cambian, porque en el recorrido nos damos cuenta de que ya no queremos lo mismo. Como en los viajes, desviamos el rumbo. Y entonces miramos hacia atrás y entendemos: no era solo el destino lo importante, sino todo lo que tuvimos que atravesar para llegar a él. Así nacen las historias. Así nacen las anécdotas que nos quedan grabadas.

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